La Constitución
ha sido, a lo largo de la historia, un concepto de suma importancia a la hora
de mantener el orden de las naciones. La Constitución permite a un Estado
constituirse como tal, ya que se trata del conjunto de las leyes fundamentales
que regulan la forma de gobernar. Una constitución, así como puede ser un
conjunto de normas escritas o no, puede ser también aceptada por los miembros
del Estado, o bien, puede ser establecida.
La
creación de una constitución tiene como fin último fijar ciertos límites y
patrones de acción entre los diferentes poderes del Estado, es decir, norma la
relación entre lo legislativo, lo judicial y lo ejecutivo, además, establece
los derechos que el pueblo que conforma el Estado posee, formándose a partir de
ella, las bases generales para el gobierno de una determinada nación.
Como
es de suponer, al igual que muchos aspectos de la vida, las constituciones y
sus contenidos han ido variando a lo largo de la historia. Han existido
momentos en la historia en los que la religión ha tenido una fuerte influencia
sobre los dictámenes de la constitución y otros en los que los conflictos
sociales han marcados las pautas. Sin embargo, lo usual es que hoy en día las
constituciones de las naciones incluyan una amplia gama de asuntos, entre los
que se encuentran temas tanto sociales como políticos y económicos.
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